En el mes del amor y la amistad, me he puesto a pensar en eso del amor al trabajo. Solo el amor a lo que hacemos nos puede conectar tanto con ello que den ganas de hacer más. De que lo que hacemos sea trascendente. De aprender todos los días algo. De disfrutar cada minuto de ardua tarea.
No es descabellado hablar de amor en este contexto. No solo porque DEBIERA SER ASÍ, sino porque AÚN PUEDE SERLO. No importa lo que estés haciendo ahora. ¡Cuántas personas que escucho piensan que si tuvieran el trabajo ideal serían más felices! Eso puede ser o no cierto. Y en la medida de lo posible, una buena pareja persona-trabajo ayuda mucho. Pero también puedes enamorarte de donde estás. De las personas con quienes pasas la mayor parte de tu día. De las que se benefician de tu trabajo y mejoran su vida con él.
Una de las razones por las que hago el trabajo de Quídam es porque no me resigno a que las personas pasen la mayor parte de su tiempo en una actividad que no aman, con un grupo de personas que no aprecian y atendiendo a otras que no alcanzan a ver. No imagino muchas cosas peores que ese infierno. Y me apena saber que tantos lo sufren.
El trabajo, en todo caso, es un medio para expresar la misión de vida. Para contribuir a mejorar el mundo. Para hacer mucho y trascender en las vidas de los que te rodean. ¿No lo ves? El trabajo no es un castigo, sino un privilegio. Obedece a la necesidad humana de hacer más y contribuir a algo mayor que uno mismo.
Así que en este mes, te invito a que trabajes en reconstruir un sano amor por el trabajo. Aquí algunos puntos que es necesario incluir:
Ama lo que haces. Considera: cualquiera que sea tu actividad, por pequeña que parezca, produce algo. Busca a qué contribuye lo que haces. Reflexiona si lo haces con cariño y empeño. Si amas eso que produces y el camino para producirlo. Si descubres que te es difícil amar este trabajo en particular, puedes abrirte a cambiar de rumbo, pero eso no significa que debas renunciar inmediatamente y atenerte a las consecuencias. Por ahora, busca lo que sí puedes amar de tu trabajo y concéntrate en contribuir cada día a ello, mientras encuentras nuevas posibilidades de acción.-
Ama con quién lo haces. Mira a tu alrededor. No trabajas en un vacío. Recientemente, alguien me contó de un alto directivo a quien fue a visitar para una entrevista de trabajo. El directivo, interesado en el prospecto, lo llevó a conocer todas las instalaciones del lugar y mostrarle lo que hacían. Lo sorprendente para el prospecto fue que, al caminar por los pasillos de aquel lugar, realmente el Directivo interactuó poco. Nadie lo saludaba. Pocos parecían conocerlo. Algunos de los proyectos sobre los que preguntó el prospecto eran desconocidos al Directivo. ¿Cómo puede ser? Alguien en el poder y al servicio de tanta gente y que los contacte tan poco. El trabajo es una gran oportunidad para crear comunidad, entender las diferencias y similitudes con tus coetáneos, construir relaciones significativas. Ama con quien haces tu trabajo. Conócelos. Aprende a ir hombro con hombro a enfrentar los grandes retos. Se puede hacer mucho más de ese modo.
Ama por quién lo haces. Claro; está tu familia y los tuyos. Por ellos trabajas. Pero piensa: ¿Quiénes se benefician de lo que tú y tus colegas producen? No te quedes pensando que lo que tú haces a nadie le importa. Hay alguien al final de la cadena que vive mejor porque tú trabajas para él. Amar a esa persona, por anónima que permanezca, le da un nuevo sentido al trabajo. Lo hace realmente útil y trascendente. ¿Tú por quién trabajas?