bigstock_two_ballroom_dancers_practicin_1537259Ayer me platicaban mi hijo y su novia que, aun cuando son muy novatos,  ellos no son los peores de su nueva clase de baile con Bachata. Incluso, dijeron, el otro día llegaron un norteamericano y una chica. Después de un rato de intentar infructuosamente los pasos que marcaba el profesor, la chica levantó la mano con una pregunta: ¿Porqué lo piso todo el tiempo? a lo cual siguieron risas y respuestas muy mexicanas. Sin embargo, la pregunta vale. Quizás hay alguna técnica que falta adquirir para no seguir «regándola» a cada paso. Quizás parece obvio, pero ¿no se supone que pisar al compañero en cada paso es un acto indeseable? Si me propongo a cada vuelta no hacerlo y sigue ocurriendo, ¿habrá a quién preguntar si no es al profesor?

Quizás no tan curiosamente, esa pareja nunca regresó a la clase. Pero su chusco incidente me dejó pensando. Es rara la ocasión que tenemos como adultos de intentar algo que nos es absolutamente ajeno. Casi no lo hacemos. Porque tememos el momento que experimentó esta chica. Para ella, antes que bailar bien Bachata, estaba el nivel ANTERIOR de poder pasar toda una cuenta de la música sin pisar al compañero. Un gran logro a conquistar y que es distinto al de bailar.

Tenemos TODA LA VIDA para adquirir nuevas habilidades, nuestro cerebro posee la plasticidad para aprenderlas y nuestro cuerpo- con la práctica- también colabora. Es en la MENTE donde reside la verdadera dificultad.

¿Eres capaz de ponerte como aprendiz neófito en ALGO?

¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste?

Inténtalo. Hasta con el hobby y los divertimentos evitamos a toda costa lo nuevo, cuando debiéramos buscarlo ávidamente, como hacen los niños.  Salir de la zona de confort suena muy ominoso cuando lo decimos como una máxima de vida, pero la experiencia puede ser tan sencilla como atreverse a bailar o pintar o cantar o participar en algún deporte nuevo. Y cada paso nos construye como personas, nos abre caminos neuronales, nos fortalece y flexibiliza. ¿A qué le tenemos miedo? ¿A fallar? ¿A preguntar lo que haga reír a todos? ¿A desanimarnos? Con todos esos de acompañantes, se puede dar el paso.

Me encanta saber que mi hijo tiene la voluntad y la compañía para hacer algo distinto. Uno de mis más admirados receptores de coaching está aprendiendo a tocar violín (y creo que no hay experiencia que te haga más humilde que esa).  ¿Y yo? ¿Cómo pongo el ejemplo? Hago cosas nuevas todo el tiempo. Me jacto de ser creativa e innovadora. Pero lo difícil para mi no es eso; es la constancia de intentar algo en lo que fallaré muchas veces antes de acertar. Aprender un nuevo idioma. Tocar un instrumento que no sea mi voz. Elegiré uno y ya les contaré.

¿Tú por cuál experiencia vas?

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