Últimamente he visto algunos «memes» o videos humorísticos de coaching y entiendo bien, se ha vuelto algo que está por todas partes y con miles de distintas corrientes, niveles de profundidad, profesionalismo o seriedad. Los que nos decimos coaches y estamos orgullosos de nuestro trabajo lo tomamos de quien viene y seguimos comprometidos con hacer una diferencia en las vidas de las personas.

En mi caso, eso significa aplicar y profundizar un modelo de trabajo que tomó años desarrollar y que hemos estado utilizando mis colegas y yo desde hace más de 15 años. Apenas la semana pasada tuvimos el honor de «graduar» a dos personas más que completaron el proceso y que son magníficos ejemplos de personas que aman lo que hacen, les interesan las personas y derrochan profesionalismo en cada detalle.

Uno de los conceptos que procuro desmentir en la formación de Coaches Q es que los coaches no pueden presentar su opinión o su perspectiva, sino únicamente hacer preguntas. Preguntar es ciertamente una gran forma de hacer un preludio a la escucha, actividad fundamental del coach, pero no es lo único que hace o se vuelve poco natural el intercambio. Para mi, el coach tiene el cometido de acompañar a una persona de donde está ahora a donde quiere estar.

Ese camino puede ser recto, sinuoso, fácil, complejo, retador, solitario o lleno de gente. La idea es que el receptor de coaching (sí, odio la palabra «coachee», que además de anglicismo me suena a estornudo) tenga confianza en su coach y sea capaz de dialogar con él, de apoyarse en su perspectiva sin que le influya de más, de empoderarse y poner su voz al frente, su forma de hacer las cosas al centro de cada avance. Es un arte, sin duda. Como coaches, sirve considerar a la persona capaz de tomar decisiones, de hacer las preguntas que necesita, de mantener su energía en lo que quiere lograr. Nosotros estamos siempre al servicio de ello. Mantenemos, no una sana distancia, sino una sana cercanía emocional y profesional.

Las preguntas, cuando se hacen, funcionan mejor si siguen todos los cánones de una pregunta poderosa, de una indagación apreciativa, o de la técnica que hayas estudiado para preguntar mejor. Ante todo, son útiles cuando detrás de ellas están estas tres motivaciones de fondo:

  1. Genuinamente le interesa al coach la respuesta. Quiere saber lo que el receptor ve, lo que percibe de esa situación, lo que está pensando. Cuando hay confianza, preguntar con genuino interés abre conversaciones infinitas y posibilidades de acción o reflexión que abonan al crecimiento del receptor.
  2. Está contrastando la percepción del coach, o la de otras personas de su entorno, con la del receptor y por ello, es necesario preguntar más, descubrir dónde difieren y en qué lugar está parado el receptor para verlo así.
  3. El receptor le ha pedido que le ayude a explorar algo. Las preguntas de exploración permiten el vaivén de «rebotar» ideas con alguien, de revisar lo que se piensa y escuchar lo que el otro contribuye.

Así que si eres coach, aprende a preguntar efectivamente y a crear la confianza necesaria para que puedas expresar tus percepciones distinguiéndolas de las del receptor o ayudándole a entender sus reacciones a ellas. Eso le apoyará en generar diálogo con otras personas en su vida. Y si tienes un coach que solamente hace preguntas y quieres saber un poco más de lo que ve, atrévete en ocasiones a ser el que pregunta y a escuchar como escucha un buen coach.

Por ahora te comparto uno de los videos humorísticos del tema que más me han hecho reír. 🙂

Share

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *